La máquina del tiempo. Los pacientes del doctor García, de Almudena Grandes, por Ancrugon

Almudena GrandesAlmudena Grandes

Con su estilo característico de equilibrio constante entre lo literario y la claridad, las frases impecablemente construidas y la cercanía de lo coloquial, la insinuación y lo explícito, la reflexión y los sentimientos, Almudena Grandes ha desarrollado una novela donde se mantiene intacta la intensidad narrativa en todas sus páginas y en la que desfilan personajes reales junto a los ficticios teniendo por fondo el telón claro-oscuro de la verosimilitud y el peso de la realidad. Algo similar a lo que llevó a cabo en su momento Galdós con sus Episodios Nacionales y que, sin duda, le han servido de inspiración para, como nuestro consagrado autor del Realismo, dejar claro que todo presente es consecuencia de los acontecimientos del pasado y del empeño de algunos por manosear las memorias.

A lo largo de esta novela podemos presenciar conversaciones de los protagonistas de ficción con personajes históricos como el político y diplomático Pablo de Azcárate, o el Presidente del Gobierno de la II República Juan Negrín, o la única mujer que aparecía en la lista de los 104 reclamados por el Consejo de Control Aliado por prestar ayuda a la evasión de criminales de guerra nazis, me refiero a Clara Stauffer, o Norman Bethune, el médico que desarrolló el primer servicio móvil de transfusiones de sangre durante la Guerra Civil, y así un largo etcétera.

Madrid 1937Madrid 1937

La historia, a la que tanto gustan de vestir con ropajes inconsistentes, se va desnudando con el tiempo y coloca a cada uno donde le corresponde, solo hace falta que el paso de los años vaya madurando los frutos del bien y el mal y dejen de supurar las heridas que nunca cicatrizarán del todo porque, como bien supo denominar esta serie con el título de Episodios de una Guerra Interminable, cada enfrentamiento puntual no es sino un capítulo más del eterno conflicto del hombre contra el hombre. Pero todo sale, más tarde o más temprano, a la luz. Quieran o no reconocerlo aquellas mentes que niegan todo aquello que pueda hacerles replantear la pseudo- verdad que se han edificado.

Ella misma nos la define así: “Como todos los libros de la serie Episodios de una guerra interminable, Los pacientes del doctor García es una novela de ficción edificada alrededor de hechos reales. Algunos de los hilos que tejieron la coyuntura histórica en la que se apoya mi relato se narran en las breves piezas de no ficción intercaladas a lo largo de sus páginas. Estos textos, narrados en presente histórico, cuentan acontecimientos rigurosamente auténticos, pero no más que otros hechos y figuras que interactúan con mis personajes inventados en los capítulos de ficción. Entre ellas, la más relevante es, sin duda, Clara Stauffer.

Clara StaufferClara Stauffer

Y es que esta novela, la cuarta entrega de este ciclo narrativo, al que le quedan todavía dos títulos más, es un “thriller” en toda regla, con una trama repleta de acción que sigue una línea temporal que va desde la Guerra Civil Española, más concretamente el asedio de Madrid del 36, pasando por el frente ruso donde participó la División Azul, continuando por la organización creada en España con la finalidad de salvar a cientos de criminales nazis de la persecución aliada tras el final de la Segunda Guerra Mundial y concluyendo con el final del Peronismo tras el golpe de estado de los militares argentinos encabezados por Videla contra su viuda Isabelita. Es una novela de intriga y espías circunstanciales, de crímenes de guerra y criminales, de pactos entre gobiernos y traiciones a los pueblos, de secretos, miedos, valor y cobardía, pero, sobre todo, de derrotas y amor. Una novela que no puede dejar a nadie indiferente porque los personajes son tan verosímiles que, como la misma autora reconoció, nunca se encuentran a gusto consigo mismos.

El mito de la neutralidad franquista durante y posteriormente a la Segunda Guerra Mundial nunca fue una realidad, pues si bien, tras el paripé fronterizo, más concretamente el 23 de octubre de 1940 en Hendaya, entre Franco y Hitler, consistente en una conversación cara a cara entre los dos líderes donde trataron sobre la participación de España en la contienda a favor, claro está, del Tercer Reich alemán, se llegó al acuerdo de dejar un poco al margen a nuestro país, devastado tras su guerra civil, a cambio de no cerrar la puerta a una posible intervención futura, si fuera necesaria, declarar el total apoyo a la política del Gobierno alemán y enviar una unidad de “voluntarios” españoles, la nimiedad de 50.000 hombres, a luchar contra la Unión Soviética, especialmente al frente de Leningrado, consistente en la 250ª División de Infantería, más conocida como la División Azul; tras la conclusión de la guerra con la derrota de Alemania, esa misma supuesta neutralidad fue utilizada para que muchos de los gerifaltes nazis, buscados por sus crímenes de guerra, encontraran un refugio en la España franquista, protección nunca reconocida oficialmente por el gobierno del dictador, pero cuya red “clandestina” estaba dirigida por personas bastante allegadas al poder como Clara Stauffer, una destacada falangista y militante de la Sección Femenina, de origen alemán aunque con nacionalidad española e íntima amiga de Pilar Primo de Rivera, quien organizó una efectiva, velada, aunque conocida por casi todos, red de ocultación en la península o evasión hacia la Argentina peronista de cientos de perseguidos nazis, con la permisividad final y definitiva de los dirigentes norteamericanos, más preocupados por conseguir aliados contra la, cada vez más poderosa, Unión Soviética.

Otto SkorzenyOtto Skorzeny

De esta forma, por nuestras tierras pasaron o se afincaron, personajes tan poco recomendables como Otto Skorzeny (Caracortada, apodado así por la enorme cicatriz, o Schmiss, de honor que lucía en su mejilla izquierda a causa de uno de sus múltiples combates de esgrima, o Mensur, practicados en su juventud), un austriaco que llegó a ser coronel de las Waffen-SS gracias a sus hazañas en favor del Reich, como el rescate de Benito Mussolini cuando fue arrestado por orden de Víctor Manuel III, quien intentaba salvaguardar su maltrecha dinastía ante el avance de las tropas aliadas; o por la famosa Operación Greif, cuando fue capaz de cruzar las líneas aliadas con su unidad camuflada de soldados y carros americanos para apoderarse de la ciudad de Amberes, poco antes de la ofensiva de las Ardenas… cuando fueron descubiertos, muchos de estos soldados fueron fusilados por espionaje, pero él escapó sin un rasguño. Otras de sus gestas se desarrollaron en Hungría, Yugoeslavia y en la misma Alemania, al realizarse el complot fracasado contra Hitler. Tras unos postreros fracasos en la defensa de Alemania contra los rusos, Skorzeny, desilusionado, se entregó a las tropas norteamericanas, sin embargo, en 1948 se exilió a España donde vivió hasta 1975, año de su muerte, bajo la protección del régimen franquista.

Leon DegrelleLeon Degrelle

Otro de estos angelitos fue el belga León Degrelle, así mismo vinculado a las Waffen-SS. De ideología ultraconservadora católica, fue fundador del movimiento Christus Rex (Cristo Rey) y un colaborador del fascismo. La derrota de Alemania le pilló en Noruega, desde donde escapó a España huyendo de la sentencia a muerte por crímenes de guerra, siendo protegido por el régimen franquista durante varias décadas, concediéndosele la nacionalidad española, con el nombre falso de José León Ramírez, lo que le libraba de la extradición. Fundó la CEDADE y militó en el ultra-derechismo español hasta su muerte, ocurrida en Benalmádena, Málaga, en 1994.

Reinhard SpitzyReinhard Spitzy

El austriaco Reinhard Spitzy, capitán de la SS, se refugió durante dos años en el monasterio de San Pedro de Cardeña, Burgos antes de finalizar la Segunda Guerra Mundial; había sido diplomático del Tercer Reich en Londres, a las órdenes de Joachim von Ribbentrop, trabajando para la inteligencia militar y llegando a lo más alto del espionaje y viviendo en Madrid como ejecutivo de la empresa Skoda, fabricante de armas. En 1944, cuando ya veía la guerra perdida, volvió a España para esconderse entre los monjes de la Cordillera Cantábrica, cuyo abad le ayudó a forjar un plan consistente en venderle secretos sobre armamento de la empresa que había dirigido al gobierno español, el cual le franqueó todos los caminos para llegar hasta Argentina. Murió en su pueblo natal de Austria en 2010.

Friedhelm BurbachFriedhelm Burbach

Otro ejemplar fue el conocido como “Rudi, el alemán” (Friedhelm Burbach), en los pueblecitos burgaleses de Cillaperlata y Trespaderme. Buscado por crímenes contra la humanidad tras la derrota de Alemania, vivió durante muchos años en una granja de la Sierra de la Tesla. Ya en 1933 había estado en nuestro país como comisionado nazi para España y Portugal, estableciendo negocios en varias ciudades, como Barcelona, Vigo o Bilbao. A los dos días del golpe de estado en España, le llevó una carta a Hitler del general Franco solicitándole la ayuda militar que posteriormente sería tan desequilibrante en la contienda, con hechos tales como el bombardeo de Guernica. Al finalizar la guerra española, fue cónsul en Bilbao. A los sesenta y seis años, encontró la muerte de forma accidental al estrellarse su Mercedes Benz contra un árbol en una carretera hacia la capital vizcaína, justo a la altura del San Llorente de la Losa.

Johannes BernhardtJohannes Bernhardt

Aunque hubo más enlaces entre Franco y Hitler, como el caso de Johannes Bernhardt, general de honor de la SS y un laureado combatiente tanto en los frentes orientales como occidentales en la Primera Guerra Mundial. Nacido en Prusia Oriental, se convirtió, tras concluir la primera guerra, en un próspero empresario de una compañía naviera de Hamburgo. Tras el Crack del 29, se estableció en el Marruecos español, desde donde comenzó a colaborar con las fuerzas sublevadas, partiendo el 24 de julio de 1936 hacia Alemania para recabar ayuda a favor del ejército franquista, entrevistándose con el anteriormente citado Friedhelm Burbach. Fundador de la Sociedad Hispano-Marroquí de Transportes, la cual estaba encargada de los suministros a las tropas sublevadas, creó, posteriormente, el conglomerado industrial SOFINDUS. Al concluir la Segunda Guerra Mundial, gracias a su amistad con Franco, pudo exiliarse con toda tranquilidad a Argentina. Murió en Munich en 1980.

Gerhard BremerGerhard Bremer

Como vemos, muchos de estos personajes que eludieron los juicios por crímenes contra la humanidad, no solo salvaron la vida, sino que la mejoraron y vivieron a cuerpo de rey, como, por ejemplo, Gerhard Bremer, comandante de la SS en Polonia… y miembro del estandarte personal de Hitler quien, al refugiarse en España, concretamente en la ciudad alicantina de Denia, se reconvirtió en un próspero promotor inmobiliario, bastante sociable y campechano, según sus vecinos, que levantó el primer complejo de aparta-hoteles de aquella localidad: “Apartamentos Bremer”, donde fueron a recuperarse de sus fatigas cara al sol del Mediterráneo levantino nombres tan memorables como Otto Skorzeny, Johannes Bernhardt, Anton Galler, Otto Ernst Remer o el doctor Aribert Heim, de infausto recuerdo por sus “experimentos” en Mauthausen.

Fredrik JensenFredrik Jensen

A otros les iba más lo del golf y lo practicaban con toda impunidad en los prados malagueños de una urbanización privada para nórdicos, como es el caso del noruego Fredrik Jensen, otro angelito de la Waffen-SS, amigo íntimo del “doctor muerte”, Aribert Haim, y el único extranjero digno de poseer la Cruz Alemana de Oro concedida por Hitler en persona. Murió a los noventa años 2011, tras hacer una fortuna como empresario de material de oficina, y nunca se arrepintió de sus actos.

Paul Maria HafnerPaul Maria Hafner

Los hubo que negaron la veracidad del Holocausto, como el tirolés Paul María Hafner, un antiguo guardia en los campos de concentración de Buchenwald o Dachau, quien residió en Madrid desde el año 1950, perteneciendo, anteriormente, a la Waffen-SS donde trabajó también como formador de reclutas y que consideraba a Hitler “el salvador de Europa y del cristianismo”. Un hombre de mirada huidiza y sonrisa burlona que se consideraba intocable, según relatan algunos de los periodistas que le entrevistaron para el documental “El paraíso de Hafner”. Murió en Madrid en 2011.

Otto RemerOtto Remer

El mismo caso lo encontramos en Otto Remer quien también negaba el Holocausto, aunque el hombre parecía poco consistente en sus opiniones ya que cambiaba de rumbo constantemente, pues tan pronto era soldado de la Republica de Weimar, como lo fue de la SS, o igual colaboraba con un complot para asesinar a Hitler, como posteriormente le era fiel hasta la muerte, aunque no le hizo falta, pues murió en Málaga en 1997.

Hauke Bert Pattist JoustraHauke Bert Pattist Joustra

Pero, seguramente, sus “dudas” se las podría haber resuelto su colega de la Waffen-SS el holandés Hauke Bert Pattist Joustra, ya que se dedicó en su juventud a perseguir judíos, por lo que, nada más llegar los aliados, en 1946, salió por piernas ocultándose en diversos lugares hasta llegar a España diez años más tarde en una motocicleta con la finalidad de asentarse en la localidad asturiana de Ribadesella, donde se dedicó a obras educativas… edificante… Moriría en Langreo en 2001.

En fin, para qué seguir, sobra con dejar una pequeña muestra de los cientos, o tal vez miles, de nazis que salvaron su pellejo gracias al régimen franquista, que es de lo que va esta novela, Los pacientes del doctor García, de esto y de la frustración que te embarga cuando ves que, a pesar de tanto esfuerzo, tantas muertes, tanta crueldad, tanta destrucción, tanta injusticia y tantos largos etcéteras, salen victoriosos los mismos de siempre y a costa del resto, y solo tenemos que darnos un paseo por las páginas de la historia para ver que la justicia humana es simplemente una lista de normas que se pueden quebrar cuando se quiera, y para ello simplemente hay que tener las espaldas bien protegidas…

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