ASUNTOS DE LOS SUEÑOS: Tormenta de verano, de Lily Roses

 


– ¿Cómo lo sabes?

Manolo es de una profundidad emocional inmensa, su corazón es grande y sus emociones fuertes, eso lo sé. Tan grande es su corazón que le da para querer a su novia y para “Creer que se está enamorando de mí”. Sí, eso es lo que me ha dicho. Y yo quiero saber cómo lo sabe, por qué yo no lo sé.

En las películas americanas de domingo por la tarde, si la chica no responde a esa afirmación con un “Yo también” es un mazazo emocional tan grande como una patada en la mismísima bolsa escrotal. Por eso, yo que no soy de dar patadas, interrumpo la respuesta que él quisiera darme con un ávido beso.

Sí, creo que lo he arreglado.



Dejo a Manolo a las 11 en las Ramblas. Saco el móvil con pasmosa velocidad cuando el semáforo se pone en rojo.

“María... tía... ¿Quieres una versión progresiva y detallada de los acontecimientos o te suelto la bomba y luego te cuento todo lo demás?”

María es una amante de mis cotilleos. Si mi vida fuera una novela, ella sería mi lectora más fiel. Lo sabe todo. Y cuando digo todo... es todo.

“La bomba, la bomba”

Le cuento todo, incluida mi respuesta final, en un audio. Mientras avanzo por Barcelona de vuelta a mi casa en Sans.

En realidad, no quiero darle demasiadas vueltas al asunto. Yo no estoy en Barcelona para disfrutar del amor, sino para aprender. Vine aquí hace cuatro años en busca de mi sueño: el baile. Cualquier impedimento, cualquier cosa que me haga pensar en algo que no sean árabesques, brisés, cabriolés, demi-pliés y en definitiva cualquier cosa referida a la danza es una pérdida de tiempo y una falta al respeto de quienes en mí confían.



El problema es que Manolo (a quien no le gusta que le llamen Manolo, él prefiere Manu, pero lo llamo Manolo igual) es el compañero de baile y novio de una de mis amigas y día sí, día también, tengo que ver cómo prácticamente le hace el amor mientras bailan como jodidos perfectos condenados.

Odio esas manos sobre la cintura de Lucia. Por el amor de dios, si es que la toca y ... puedo jurar que ha habido hombres que me han excitado menos tocándome que cuando le veo a él con Lucia. Y la cara de ella...

No, no tengo que pensar en él.

Al fin en casa. María sigue riéndose a pulmón abierto de mi noche. Maldita amiga.

Luego es capaz de enfadarse cuando monta un santo drama por si Llueve o hace mal tiempo si yo le digo que está sacando las cosas de contexto.

En mi cabeza repaso, por no pensar en Manolo, la secuencia de nuestro siguiente coreo, una y otra vez. De vez en cuando se me van los pies y doy pequeños pasos por la tarima de madera de mi piso diáfano. Incluso llego a tararear la melodía. Y al final me dejo llevar por la música en mi cabeza y acabo danzando sin miramiento en la abertura de mi comedor.

Sus manos, amarrando mis costados, su respiración chocando en mi cuello, sus piernas entrelazándose contra las mías...

Abro los ojos súbitamente, estoy sudando, mi corazón desbocado y...

Sé que Nacho, mi amigo de silicona a ocho velocidades, me espera en el tercer cajón de mi mesita.

¿Qué le voy a hacer? Le necesito para despejar la tormenta que se ha generado en mi corazón y cabeza.

Comentarios

Entradas populares de este blog

NUESTRAS PUBLICACIONES: Carpe Diem, de Antonio Cruzans Gonzalvo, Ancrugon

ÉRASE UNA VEZ: Dejar a Matilde, de Alberto Moravia, por Melquíades Walker

Wordsmithing / Palabreando: Season’s Greetings! Happy holidays! Merry Christmas!, por Clare Treleaven.