EFEMÉRIDES: Dos meses en uno, por Luis Antonio Novella.


Con pinturas de Sorolla


Queridos amigos, como “casi” todos, me tomo vacaciones. Pero he preparado dos juegos para que este verano sigáis leyendo y disfrutando de la lectura, pertenecientes uno al mes de julio y el otro al de agosto. Bueno, espero que disfrutéis descubriendo incógnitas como yo lo he hecho preparándolas. Nos leemos en septiembre.

JULIO

El autor que os propongo no nació en el mes de Julio, pero, por error mío, lo he preparado pensando que así fue.

Nació un 14 de junio del año en que se inició la 2ª guerra mundial, en la undécima ciudad más poblada de la Unión Europea. Su primer libro, lo escribió en la prisión donde lo ingresaron por haber asistido a una huelga en apoyo a los mineros asturianos, habiéndole condenado a tres años, cumpliendo solamente 18 meses gracias al indulto provocado por la muerte del Papa.

Fue novelista, poeta, ensayista, periodista. Creó una serie de novela negra que estaba protagonizada por un atípico detective privado.

Son varios los premios y galardones que se le concedieron, en 1995 se le concedió uno en reconocimiento por el conjunto de su obra literaria.

El libro en el que me he fijado para preparar el juego no es de los más conocidos, el autor utiliza en Cuarteto un recurso característico de su obra narrativa: una investigación policíaca como hilo conductor para profundizar en unas vidas y en sus comportamientos. Con gran precisión narrativa te sientes atrapado por una historia -la de un cuarteto que son cinco, de dos parejas que al final no lo son, de un inspector cuya investigación no lleva a ninguna parte-, así como por personajes que ganan en consistencia a medida que avanza el relato de sus encuentros y separaciones, y donde sólo al final se alcanza el sosiego.

¿En qué ciudad nació?

¿Cuál fue el primer libro?

¿En qué prisión lo ingresaron?

¿Por la muerte de qué Papa le indultaron?

¿Cuál fue el detective atípico?

¿Qué premio se le concedió en 1995?

¿Cómo se llama el Inspector?

¿Con quién está casada Carlota?

¿Cuál es el nombre de Modelell?

¿Dónde muere Carlota?

¿Quién era el amante de Carlota?

¿De quién era el hijo que esperaba Carlota?

¿Quién fue el asesino?

¿Quién es el autor y de libro hablamos?


AGOSTO

Debe ser el calor, pero este autor tampoco nació en el mes de agosto, nació en septiembre, el día en que se celebra el día internacional de la Paz, pero en 1866, en una localidad situada en el Gran Londres. Fue escritor, novelista, historiador y filosofo y fue considerado como uno de los precursores de las novelas de Ciencia Ficción. En dos de sus novelas, utiliza como protagonista a un muchacho que es aprendiz igual que él, en uno de sus primeros trabajos.

El libro del que formularé las preguntas, se trata de un relato trepidante que narra la invasión de la Tierra y que supuso por primera vez la irrupción de seres de otros planetas en el nuestro, marcó en buena medida la fantasía del siglo XX y abrió un filón –el del contacto de los hombres con seres extraterrestres– que no tardó en convertirse en uno de los más importantes de la ciencia ficción, sirviendo de inspiración a numerosos artistas posteriores en los ámbitos de la radio, el cine, la literatura, el cómic y la televisión.

¿Cuándo se celebra el día internacional de la Paz?

¿En qué localidad nació el autor?

¿De qué fue aprendiz?

¿Dónde cayó el primer cilindro?

¿De dónde procedían los cilindros?

¿Cómo se llama el Astrónomo que acompaña al protagonista?

¿De qué color es la hierba que crece rápidamente?

¿De qué color es el humo?

¿De qué pariente cuenta el protagonista sus experiencias?

¿Cómo se llama el narrador protagonista?

¿Quién es el autor y de libro hablamos?


PREMIOS NOBEL

Veamos la lista de los Premio Nobel nacidos entre julio y agosto. En julio lo hicieron: Wislawa Szymborska, Verner von Heidentam, Alice Munro, Pablo Neruda, Wole Syinka, Samuel Yosef Agnón, Erik Axel Karlfeldt, Ernest Hemingway, Henrik Pontoppidan, Elias Kanetti, George Bernard Shaw, Giossue Carducci, Eyvind Johson y Patrick Modiano… muchos, ¿no?... Pero ¿conocemos alaguna obra de todos?...

Pero, antes de nada, ahora vayamos con los nacidos en agosto: Knut Hamsun, Jacinto Benavente, John Galsworhty, Herta Müller, V.S. Naipaul, Salvatore Quasimodo y Maurice Maeterlinck, una lista más corta.

Pues bien, voy a coger tres fragmentos de tres obras distintas de tres Premio Nobel diferentes y veremos si sois capaces de saber de quiénes son. ¿Os atrevéis?


PRIMERA OBRA:

Sylvia no tenía nada que hacer en la casa más que abrir las ventanas. Y Pensar – con una ansiedad que la consternaba sin sorprenderla demasiado – cuánto tardaría en poder ver a Carla.

Toda la parafernalia de la enfermedad había desaparecido. El cuarto que fuera dormitorio de Sylvia y su marido – luego convertido en cámara mortuoria -, estaba limpio, ordenado para que pareciera que allí no había pasado nunca nada. Carla le ayudó en esa faena durante los pocos días frenéticos transcurridos entre la cremación del marido y la partida de Sylvia rumbo a Grecia. Las prendas de ropa que León había usado y algunas que no se había puesto nunca – incluso regalos de las hermanas que jamás salieron de los paquetes -, fueron apiladas en el asiento trasero del coche y entregadas en la tienda de segunda mano Sus píldoras, sus enseres de afeitarse, las latas sin abrir de tónicos que lo sostuvieron tanto tiempo como fue posible, los paquetes de galletas de sésamo que una vez comiera adocenas, los frascos de plástico llenos de una loción que le aliviaba el dolor de espalda, las pieles de cordero donde yacía… Todo eso fue a parar a bolsas de plástico arrastradas afuera como la basura, sin que Carla cuestionara nada. Nunca dijo, “A lo mejor alguien podría usar eso”, ni señaló que cartones enteros de latas estaban sin abrir. Cuando Sylvia dijo, “Querría no haber llevado la ropa al pueblo. Querría haberlo quemado todo en el incinerador”, Carla no se mostró sorprendida.

Limpiaron el horno, restregaron las alacenas, enjuagaron paredes y ventanas. Un día Sylvia estaba en el salón repasando las cartas de pésame recibidas. (No había papeles acumulados ni libretas que fuera necesario revisar, como sería de esperar tratándose de un escritor. No había trabajos sin terminar ni borradores garabateados. Meses antes él le había dicho que había tirado todo. “Sin contemplaciones.”) La pared en declive de la fachada sur de la casa tenía grandes ventanales. Sylvia levanto los ojos, sorprendida por la sombra de Carla, las piernas desnudas, los brazos desnudos en lo alto de la escalera, la cara resulta coronada con un rizo de pelo color diente de león, demasiado corto para la trenza. Rociaba y restregaba vigorosamente el cristal. Cuando vio que Sylvia la miraba se detuvo, extendió los brazos como si estuviera despatarrada allí y puso cara de gárgola tontucia. Las dos se echaron a reír. Sylvia sintió que esa risa la recorría de pies a cabeza como una corriente juguetona. Volvió a sus cartas y Carla reanudó la limpieza. Decidió que todas esas palabras amables – sinceras o de cumplido, elogiosas o compungidas – podían seguir el camino de las pieles de cordero y las galletas.

Cuando oyó que Carla apartaba la escalera y se quitaba las botas en la terraza se sintió de pronto cohibida. Se quedó donde estaba con la cabeza inclinada mientras Carla entraba en la habitación camino de la cocina, para meter el cubo y los trapos bajo el fregador. Carla apenas hizo un alto, era rápida como los pájaros, pero de refilón dejó caer un beso en la cabeza inclinada de Sylvia. Siguió de largo silbando algo casi inaudible.

Desde entonces Sylvia no se quitaba el beso de la mente. No tenía ningún significado particular. Era una manera de decir “ánimo” o “casi he acabado”. Significaba que eran buenas amigas, que habían hecho juntas muchas tareas dolorosas. O quizá sólo que había salido el sol. Que Carla pensaba volver a su casa y ocuparse de los caballos. Sin embargo, Sylvia lo consideró un florecimiento halagüeño, cuyos pétalos se le desparramaban por dentro tumultuosa calidez, como sofocón menopáusico.

Era frecuente que entre sus alumnas de cualquiera de las clases de botánica hubiera alguna especial, una cuya inteligencia, dedicación y torpe egotismo – hasta cierta genuina pasión por el mundo de la naturaleza – le recordara su juventud. Esas chicas merodeaban a su alrededor, la idolatraban, esperaban alguna suerte de intimidad que, en la mayoría de los casos, ni siquiera imaginaban. Y no tardaban en crisparle los nervios.

Carla no se parecía en nada a ellas. Si a alguien se semejaba en la vida de Sylvia, sería a ciertas chicas conocidas en el instituto: las que eran brillantes, pero nunca demasiado brillantes; buenas atletas, pero no exageradamente competitivas; vitales, pero bravuconas. Alegres por naturaleza...


SEGUNDA OBRA:

I

La ciudad del puerto tiene la barriga de agua espumosa
el cielo de carne de sandía el camino rural
para el apartadero una garita de señales y ninguna vía paralela
una boca llena de viento una joroba maíz
apretado muy espetado verde
le pregunté por qué precisamente tú
tienes que marcharte con esas gaviotas de tiza y le miré
de lado mientras hacía las maletas

II

Entonces vino un hombre con un diente
de oro me preguntó qué es un
paralelogramo entonces dije yo pues no
lo sé entonces dijo no importa madame
conozco a dos que lo llevan como baratija
consigo pero también como plantilla del calzado en
días especialmente fríos entonces dije yo si
así lo dice conozco también a uno
personalmente
al otro
de oídas
eso me alcanza ya
bien ordenadamente
para este malestar


TERCERA OBRA:

¿Yo, adolescente?
Si de repente, aquí, ahora, se plantara ante mí,
¿tendría que saludarla como a una persona próxima,
a pesar de que es para mí extraña y lejana?
¿Soltar una lágrima, besarla en la frente
por el mero hecho
de que tenemos la misma fecha de nacimiento?
Hay tantas diferencias entre nosotros
que probablemente sólo los huesos son los mismos,
la bóveda del cráneo, las cuencas de los ojos.
Porque ya sus ojos son como un poco más grandes,
sus pestañas más largas, su estatua mayor
y todo el cuerpo recubierto de una piel
ceñida y tersa, sin defectos.
Nos unen, es cierto, familiares y conocidos
pero casi todos están vivos en su mundo,
y en el mío prácticamente nadie
de ese círculo común.
Somos tan diferentes,
pensamos y decimos cosas tan distintas.
Ella sabe poco,
pero con una obstinación digna de mejores causas.

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