“El mundo de Falcó era otro, y allí los bandos estaban perfectamente definidos: de una parte él, y de la otra todos los demás”.


Tras un largo periodo por el Siglo de Oro ideológico y cultural que, curiosamente, coincidió con el declive inmisericorde del imperio español, donde el Capitán Alatriste desenfundaba su espada a la mínima insinuación, ahora nos llega otro héroe de idéntica ralea moral y similar fatalismo vivencial, pero con una Browning FN modelo 1910 semiautomática en el bolsillo de su abrigo.

De nuevo, Arturo Pérez-Reverte, nos ha dejado clara su capacidad para crear personajes singulares, atractivos, sugerentes y, siempre, al límite de la línea sutil entre el bien y el mal, ese es Falcó, el protagonista de su última novela cuyo nombre le da título, y al cual describe el propio autor con estas palabras sacadas de una entrevista para la agencia Efe: “Es un tipo amoral por completo, guapo, elegante, al que le gustan las mujeres, simpático, que sabe moverse tanto por los ambientes lujosos como por los trenes europeos, los grandes hoteles, balnearios, los lugares de los años 30 y 40 de las grandes ciudades, pero también por los sitios sórdidos de zonas de Estambul, Los Balcanes, África, la España de la Guerra Civil…” Y este es el escenario en el que se desarrolla la trama de esta interesante novela repleta de intrigas, asesinatos, guerra, exaltaciones políticas y, sobre todo, realismo, un realismo crudo que nos muestra las miserias de los dos bandos que desangraron España a finales de la tercera década del siglo XX. Y entre este maremágnum se desenvuelve perfectamente Falcó, “un personaje cien por cien español, un espía, un traficante, según las circunstancias; un jerezano, un chico de buena familia, golfo, muy golfo; pero, sobre todo, un patriota de sí mismo (…) un hombre que trabaja para sí mismo, aunque lo haga para los otros”.


A sus 37 años, Falcó tiene una larga historia para callar: hombre curtido en el peligro, entre la crueldad y las falsedades, vive constantemente en el filo del riesgo que ha marcado su morfología con heridas contra el olvido y bajo la constante amenaza las migrañas que combate a base de café-aspirinas. Expulsado de la Academia Naval por seducir a la esposa de un mando, se convirtió en un traficante de armas hasta que, en Estambul, es fichado para el equipo de Inteligencia de la recién estrenada Segunda República, curiosamente, por el mismo Almirante que pocos años después lo ingresará en las filas del Servicio Nacional de Información y Operaciones (SNIO) del bando franquista, donde ejerce como chico de los recados escabrosos, tales como espionaje, sabotajes o asesinatos. En el desempeño de tan edificante trabajo, recibe la orden de infiltrarse en la zona republicana, más concretamente hasta Cartagena, para preparar, en colaboración con algunos falangistas camuflados de la zona, el asalto a la cárcel de Alicante con la finalidad de liberar a José Antonio Primo de Rivera, apoyados, claro está, mediante un cañoneo del puerto de dicha ciudad, por parte de un acorazado de Hitler cuyo nombre no deja lugar a dudas: Deutchsland, como medio de distracción para que los infiltrados puedan llevar a cabo su operación con menos complicaciones.

En la novela se mezclan personajes de ficción con otros históricos y el argumento se basa en un intento real que se propuso llevar a cabo durante el encarcelamiento del líder de la Falange, pero tanto el desarrollo de la historia como los principales personajes son invención del autor. Aunque ello no merma ni una pizca el atractivo de la trama, apoderándose la misma del lector hasta el desenlace final. Falcó nos devuelve a las historias de los agentes secretos, el espionaje, la tensión, la acción trepidante y los misterios agazapados entre las fichas del ajedrez de la política y los intereses particulares de unos líderes siempre egocéntricos.



En el cómputo final ninguno de los dos bandos sale bien parado, y mucho menos quienes ostentan alguna fracción de mando o poder, mostrándonos la Guerra Civil como una guerra sucia, sin ideales ni ideas, sin escrúpulos ni bondad, solo odio y sabandijas que intentan chupar todo lo que se pueda antes de que vuelva la calma o encaramarse en algún puesto prominente en el bando que sea, mientras sea el vencedor. Tal vez, lo único que se salve es el valor, si no se semejase tanto al fatalismo de quienes ya lo tienen todo perdido.

En lo referente a los personajes, creo que están bien construidos y son creíbles, a pesar de sus peculiaridades, pero lo que me llama mucho la atención es que todas las mujeres que aparecen en la novela son agraciadas físicamente y, por lo general, de fuerte personalidad, destacando sobre todas Eva Rengel, el personaje femenino más conseguido.


En conclusión, Falcó puede considerarse como la típica creación elaborada para llegar a ser un típico best seller, de los que en poco tiempo se venden muchos y luego no pasan a la historia de la literatura, o se hunden silenciosamente si la subsiguiente película es un fracaso, pero, a diferencia de la mayoría de éstas, Falcó está muy bien escrita, con una prosa fácil, sí, asequible, también, sin alardes de creatividad ni afectaciones, de acuerdo, pero es que no siempre, para que una obra sea buena, hay que hacer odas a Góngora.

Arturo Pérez- Reverte se inició como periodista, primero en el diario El Pueblo, consagrándose como reportero en conflictos bélicos: Sahara, Guinea Ecuatorial, Chipre, Líbano, Eritrea, Malvinas, El Salvador, Nicaragua, Chad, Libia, Sudán, Angola o Túnez, y más recientemente en la revolución de Rumanía, la guerra de Mozambique, la Guerra del Golfo, las de Croacia y Bosnia. En 1995 abandonó el periodismo para dedicarse a la literatura.



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